lunes, 16 de marzo de 2020

Infierno

Como de costumbre, me hallaba en la biblioteca de mi casa. Andaba días 
buscando un libro en concreto, y finalmente, lo encontré. El libro trataba de 
un viaje al infierno, se titulaba: la divina comedia.

Esta vez, las cosas ocurrieron de manera involuntaria. De repente, me tele 
transporte a una densa selva. No me dio tiempo a reaccionar cuando oí unos 
rugidos, seguidos de unos gritos. Pensé que quien quiera que fuera esa persona, 
podría estar en peligro. Corrí hacia el lugar proveniente de los gritos. Resultaba 
bastante difícil abrirse paso entre la vegetación, pero finalmente conseguí salir. 
A lo lejos vi a tres bestias feroces que obstruían el paso a un muchacho. Me 
acerque a ellos cautelosamente intentando no mirar fijamente a las bestias. 
Aquel joven me miró con curiosidad, era obvio que no esperaba mi presencia. 
Me preguntó quién era y qué hacía ahí, pero yo ignoré su pregunta y dirigí 
mi mirada a los animales. Les pedí con firmeza que nos dejasen pasar. Al 
instante se movieron, dejando ver una pequeña puerta tras ellos. El muchacho 
entre decidido, pero yo aún no sabía muy bien qué sucedía. Dejamos atrás la 
pequeña puerta y aparecimos en un ancho río. La corriente era demasiado fuerte, 
por lo que no seria posible atravesarlo nadando. El hombre me miró con curiosidad 
nuevamente, pero esta vez, fui yo quien preguntó. Resultó que él era Dante, y 
deseaba más que nada poder llegar al paraíso para reencontrarse con su amada.
 No nos dio tiempo a decir nada más cuando una barca se acercó a nosotros. En 
ella había sentado un hombre, más bien un fantasma. Él era el encargado de llevar 
a las almas a la otra orilla del río. Le pedimos que nos dejara montar, pero el nos
 negó e intentó que nos marcháramos. Insistimos, y finalmente accedió a 
trasladarnos a la otra orilla.

Llegamos al círculo primero. Allí vivían las almas que no habían obrado ni bien ni 
mal, su castigo era que permanecerían atrapados ahí eternamente. Pasamos intactos 
de aquel lugar, y aparecimos en el círculo segundo. A lo lejos distinguimos al rey Minos.
Las almas se acercaban una a una para confesar sus pecados y este decidía donde 
pasarían el resto de la eternidad. Nos detuvimos un momento para presenciar el
momento. Minos rodeaba a los espíritus con su cola para   indicar a qué círculo se 
trasladarían. Después de ver la cara de dolor y los aterradores gritos procedentes de 
las infelices almas, desee no haber visto nunca aquella escena. Escondidos tras las 
personas, pasamos al siguiente círculo. Así continuamos hasta llegar al purgatorio. 
Durante nuestro descenso del infierno, vimos cosas horribles y terroríficas que jamás 
creí posibles. En cada lugar, torturaban a las pobres almas y todas ellas sufrían cada 
segundo. Nunca pensé que visitaría el infierno, y mucho menos hacerlo antes de morir. 
No soy capaz de olvidarme de las imágenes vistas, y sinceramente no creo que lo 
consiga.

Después de un largo andar, llegamos al antepurgatorio. Faltaba menos para poder 
llegar al paraíso y que Dante pudriera ver a Beatriz. Aún no sé por que motivo le 
acompañe, pero algo me decía que debía hacerlo. En el purgatorio habitaban los 
que habían cometido algún pecado capital. Conseguimos atravesar el primer 
círculo, el de la soberbia, y así uno por uno. Atravesando la envidia, ira, pereza, 
avaricia, gula y la lujuria. Por fin llegamos al paraíso. De repente me mareé, 
y perdí la conciencia. Desperté en el sillón de mi casa, justo donde me encontraba 
antes de marchar. Recuerdo borrosamente como Beatriz salió al encuentro de Dante, 
así que supongo que la historia acabó bien.

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