viernes, 25 de enero de 2019

Mito griego

DAEMIS Y LA LUZ DEL SOL
En el más extenso universo, los humanos y los dioses habitan en la total oscuridad. Todo sombrío. Todos tristes y amargados. Todos excepto una. Demis. La única persona capaz de ser feliz. La gente afirmaba que era una diosa. Una semidiosa. Los dioses no aceptaban esa idea. Sentían una gran ira cuando alguien mencionaba se nombre. Le envidiaban con todas sus fuerzas, puesto que es la única persona capaz de vivir feliz.

Un buen día Daemis cantaba y paseaba alegremente por el pueblo, bajo las miradas penetrantes de los aldeanos. Sin que eso le detuviera entró en su tienda favorita. Repleta de objetos mágicos y brillantes. Siempre le atrajo todo lo relacionado con la magia. Saludó con una cálida sonrisa al dependiente. Este, cansado de su alegría y entusiasmo, dio media vuelta y se metió en el almacén. Daemis observaba cada objeto con suma delicadeza, como la primera vez.

Uno de ellos le llamaba mucho la atención, un espejo de mano con los bordes dorados, decorado con flores, hojas y ramas entrelazadas. Sentía que ese espejo poseía una fuerza extraña, algún tipo de magia. Su reflejo en él cambiaba. No veía su cabello castaño, ni sus ojos miel... Reflejaba una chica cuyo cabello se veía rojizo y sedoso que brillaba con mucha intensidad, sus ojos dorados y su piel cambiados por completo, le producía un escalofrío. Lo más extraño, y miedo le producía, era que siempre aparecía esa misma imagen.

Un día decidió averiguar más sobre aquel hecho tan espeluznante. Decidió hablar con los dioses para preguntarles al respecto. Los dioses enloquecieron al oír lo que explicó Daemis, la amenazaron con que nunca debería volver a acercarse a ese espejo. Deamis incapaz de saber la causa de su ira, salió corriendo del templo.

Aquella situación le alteró mucho. ¿Por qué no podía acercarse al espejo? ¿Qué poder ocultaba? Daemis decidió entonces averiguarlo por su cuenta. Pensó que si los dioses le prohibieron acercarse a ese objeto, probablemente sería porque poseía una magia muy poderosa que deseaban para ellos solos. Desobedeciendo los volvió a por el espejo. Esta vez lo sujetó por el mango con la mano derecha. Lo levantó y se miró en él. Volvió a producirse aquel insólito hecho. Siguió a su instinto y con la otra mano tocó el espejo. De repente y como si nada, se produjo una explosión de una luz blanca procedente del espejo, que inundó la habitación entera. Al acabarse, Daemis vio que su aspecto cambió por completo. Se transformó en su reflejo. Sus manos relucían intensamente. El espejo le había concedido el poder de crear luz. Daemis utilizó este poder para producir una sonrisa en todas las personas de este pueblo. Consiguió producir luz en las casas, farolas, incluso iluminó el templo de los dioses.

La voz se corrió rápidamente por todo el pueblo. Y la noticia llegó hasta los oídos de los dioses, quienes se enfurecieron al saber que Daemis se acercó al espejo a pesar de su prohibición. El poblado consideraba a Daemis una diosa muy poderosa. Lo cual enfureció tanto a los dioses que decidieron castigar la. No descansaron hasta dar con ella, y cuando por fin se encontraban cara a cara, los dioses pronunciarón las últimas palabras que oiría en su vida:
- Si tanto quieres ayudar a tu pueblo lo mejor será que te conviertas en una esfera de fuego, para poder iluminar y calentar los.
Sin esperar su respuesta realizaron lo prometido y convirtieron a Daemis en una bola de fuego, a la que llamaron "Sol".

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