lunes, 16 de marzo de 2020

Tiempo de vailentes

Buenos tardes amigos míos, hace unos días, me embarqué en otra de mis 
aventuras por el tiempo, y al regresar, sentí la necesidad de escribirlo.

Todo empezó una tarde de otoño. Me encontraba en mi biblioteca y como de 
costumbre, ojeaba las estanterías. Esta vez escogí un libro que trataba sobre 
personas influyente en la historia, y encontré una que me llamó la atención 
especialmente. ¿Su nombre?: Concepción Arenal.

Su historia me intrigó y quise descubrir más. Me dirigí a la máquina del tiempo,
y en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba en 1842. Aparecí en un pequeño
pueblo. No sabía  dónde ir o qué hacer, así que comencé a vagar de un sitio a 
otro. Me fije en la construcción de aquel pueblo. Era muy distinta a la nuestra. 
Las casas hechas con piedra y barro, los puentes estrechos y gruesos o incluso 
las aceras, donde sofisticados carruajes tirados por caballos las recorrían. De 
pronto, un joven chocó conmigo, y todos sus libros cayeron al suelo. Se apresuró 
a recogerlos y continuó su camino. Había algo extraño en él, no me saludó, pese 
a los extraños modales establecidos en aquel siglo. De pronto lo supe, ¡Era ella! 
Comencé a perseguirla y a llamar su atención. Hasta que por fin se paró.
  • ¿Qué desea?- me preguntó.
  • Buenos días, ¿puedo saber su nombre?- dije, intentando ser lo más correcta
    posible.
  • Disculpe, tengo prisa.
Sin contestar a mi pregunta, volvió a perderse entre las personas. No desistí,
y la seguí hasta lo que parecía una universidad. Decidí entrar, pese a mi aspecto 
de mujer. Al atravesar la verja, en el patio exterior, la misma Arenal me sacó de allí 
estirando me del brazo.
  • ¿Qué está haciendo?- pregunté escandalizada.
  • No puede estar aquí.- objetó.
  • Discúlpeme, pero por lo que se, usted tampoco.
Puso cara de sorpresa, angustia y miedo. Aquello no se lo esperaba. Me miró 
fijamente y luego comenzó a inquietarse, pero no duró mucho. La campana 
sonó, lo que significaba que las clases darán comienzo.
  • Nos vemos en la plaza a las 16.
Nada más decirlo, se dio media vuelta y se dirigió al interior de la universidad. 
Para no aburrirme mientras esperaba, decidí ir a visitar las tiendas del lugar y 
compré algo de comer. Después fui a dar un paseo al lado del río, hasta que 
por fin llegaron las 16.
Me dirigí al lugar de la quedada. Ella ya estaba allí. Me senté a su lado y 
comenzamos a hablar.
  • ¿Como ha descubierto mi secreto? Jamás le conté nada a nadie.- me 
    preguntó alterada.
  • Su aspecto la delató- contesté. No podía contarle la verdad.
  • ¿Cómo es posible? Yo...
    • No se preocupe, no diré nada. ¿Puedo saber el motivo de sus 
      actos?- curioseé.
    Asintió y se dispuso a revelarme el secreto probablemente mejor guardado 
    de toda su vida.
  • Desde pequeña siempre he deseado poder estudiar y licenciarme pero 
    debido a las circunstancias no era posible. Mi madre me recordaba que si 
    de verdad quería conseguir algo, estaba en mi mano poder hacerlo. Más 
    tarde falleció, y quise hacer lo que mi madre siempre creyó que conseguiría. 
    Se me ocurrió disfrazarme de hombre y de esta manera poder asistir a las 
    clases.

Su historia me conmovió. Cada día se arriesgaba a ser descubierta. Pero no le 
importaba. Quería cumplir su sueño.

Pasaron los días, y Arenal y yo nos fuimos conociendo mejor. Me invitó a quedarme 
en su casa. Casa día sufría por que la descubrieran. Ese era su deseo, y debería 
poder cumplirse. Pero por desgracia, mi peor miedo se hizo realidad. Una tarde, 
después de clase llegó a casa devastada. Me explicó que uno de sus compañeros 
la había descubierto e inmediatamente la expulsaron. La intenté tranquilizar y le animé
a hablar con el director.

Estuvieron hablando durante un buen rato, hasta que finalmente llegaron a un acuerdo. 
Arenal podía permanecer en las clases, pero siempre estaría acompañada por alguien.
No se le permitiría hablar con sus compañeros, ni hacer exámenes. Pero eso no detuvo 
a Arenal. Sentía mucha felicidad por poder estudiar, y eso es lo que iba a hacer.

Me despedí de ella sabiendo que era feliz, y podría cumplir su sueño. Toda esa aventura 
me hizo darme cuenta de cómo han mejorado las cosas desde entonces y todo lo que 
queda por perfeccionar. Pero gracias a esta historia, veo que hay posibilidades. Y que 
no hay que perder la esperanza.

Con estas palabras, me despido de vosotros. Volveré pronto, con otra aventura que contar. 


 CONCEPCIÓN ARENAL

Resultado de imagen de Concepción Arenal

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